Mi historia personal de superación
Mi historia es una historia real de superación y de lo que ello conlleva, sacrificio, dolor, pérdida, aceptación, espera, desesperación…pero también de coraje, capacidad, confianza, aprendizaje, equilibrio y bienestar. Hola, soy Yolanda, como a ti, la vida me ha estado poniendo a prueba desde una temprana edad, y lo que he vivido y aprendido me ha llevado a ser quien soy hoy, alguien con numerosas herramientas probadas en mi misma y con resultados positivos, que puede poner a tu disposición si decides emprender conmigo este camino. Te invito a conocer algunos detalles de mi vida, y así comprendas de mi puño y letra por qué puedo ser tu guía para que junt@s encontremos tu libro de instrucciones.

Tuve una infancia marcada por miedos hacia mi padre y amenazas, en la que fui parte del círculo de relaciones tóxicas entre mis progenitores, donde el hombre sometía a la mujer a su propia voluntad. Esto me llevó a desarrollar patrones de comportamientos tóxicos en mis relaciones que tardé años en detectar y poder superar.
La primera gran prueba de fuego la viví a los 14 años, cuando, además de padecer la muerte de mi padre, sobreviví a un accidente en moto que me dejó meses incapacitada en cama y con un desolador pronóstico de quedarme en silla de ruedas para siempre.

EL DESPERTAR
Ya a esa edad me convencí de que no me iba a derrumbar, y a pesar de las numerosas fracturas en la columna vertebral y un corsé que me cubría medio cuerpo, me recuperé con horas infinitas de rehabilitación, un persistente trabajo mental y la incondicional ayuda de mi madre.
Con el panorama vivido durante mi adolescencia, mis años de Universidad fueron no menos complicados. Sufrí episodios de depresión y ataques de pánico, padecí bulimia, y debido a mi baja autoestima tuve muchas ganas de desaparecer definitivamente. Aún me estremezco al recordar algunas situaciones vividas en las que me daba cuenta del poder de la mente cuando no es tu amiga. En concreto, un día me estaba mirando en el espejo y aunque sabía que lo que veía era un cuerpo delgado, físicamente fuerte y bonito, mi mente me lo vendía como algo feo, indeseable, y me asusté.
Ese día desperté, algo no estaba bien, y empecé a trabajar en mí.
APRENDIZAJE
He aprendido que la salud va muy vinculada a tus emociones, y a mí, como a algunos de vosotros, me pasó factura en dos momentos en mi vida.
Una primera vez durante mi último año de trabajo en un puesto de gran responsabilidad. Somaticé el estrés de tal manera que desarrollé una parálisis de Bell. La parte izquierda de mi cara y de mi hombro se paralizaron, mi boca se descolgó y tuve problemas con la visión de mi ojo izquierdo. Esto me hizo tomar medidas, así que decidí entregar mi carta de despido voluntario y poco después creé mi primer espacio de Pilates y rehabilitación.
Una segunda vez, en la que pensaba que había sanado todo, me vino de imprevisto una enfermedad autoinmune. Fui derivada a una reumatóloga que no sabía en qué casilla ponerme, si en Lupus o en Fibromialgia. Después de numerosas visitas al hospital y seguir una medicación muy fuerte que no me ayudó en nada, un día decidí parar y recapacitar sobre todo lo que estaba pasando. Aquel día recuerdo que todo me estaba superando, me dolían las manos, no podía conducir, me costaba hasta caminar…no podía creérmelo. Con todo el trabajo personal que había realizado, no dejaba de preguntarme: ¿cómo me puedo encontrar en esta situación? Fue desesperante. Me permití llorar, caer en lo más hondo, para así liberarme. Paré, respiré profundo y dije en voz alta: “YO NO TENGO ESTA ENFERMEDAD, NO LA ACEPTO COMO MÍA”.
Tomé medidas como mejorar aún más mi alimentación, terapias naturales y mucha auto-hipnosis con trabajo a nivel celular, y a día de hoy, esa enfermedad autoinmune es parte de mi pasado y también parte de mi gran crecimiento personal.
GRATITUD
En mi camino me he dado cuenta de que hay que amar y valorar el ESTAR aquí. Tengo dos hijos maravillosos y a un marido que es mi mejor amigo, compañero, amante y algunas veces, porque no todo es un manto de rosas, mi peor dolor de cabeza. En concreto, mis experiencias como madre, en especial mi segunda vez, han sido otra etapa de mi vida trazada para sacar mis herramientas, aplicarlas correctamente y superarme una vez más.
Mi primer embarazo fue relativamente bueno. Entonces estaba en Dublín llevando mi propio estudio de Pilates y rehabilitación. En las últimas semanas de gestación desarrollé pre-eclampsia, y con 41 semanas y por una mala inducción del parto en el hospital, tuvieron que realizarme una cesárea de emergencia para salvarnos al bebé y a mi.

Con mi primer hijo en brazos se me olvidó el terrible episodio vivido de dolores, incertidumbre y cansancio. Creí morir debido a que me rompieron la membrana de forma abrupta y sin avisar…te puedes imaginar cómo fue la vuelta a casa y lo que supuso una recuperación con un bebé a mi cuidado. Anemia, daños en riñones e hígado, cambios en la vista y mucho cansancio acumulado. Mi bebé me dio mucha fuerza y un importante motivo: tenía que luchar por ambos. 6 meses después ya estaba recuperada física y mentalmente para volver a mi trabajo en la clínica.

Mi segundo embarazo fue muy diferente desde el principio. Con 8 semanas de gestación comencé con mareos, vómitos y dolores que me llevaron a cerrar mi negocio. No podía caminar, conducir o hacer deporte y desarrollé dos tromboflebitis en las que me hospitalizaron de urgencia. En la segunda hospitalización me aconsejaron que me quedara el resto del embarazo en el hospital para que me pudieran inyectar todos los días heparina y llevar a buen fin el embarazo, pero por aquel entonces no podía enfrentarme a quedarme hospitalizada tanto tiempo, sabía que me sumiría en una terrible depresión. La solución, porque la busqué, fue aprender a inyectarme la heparina, que no es tarea fácil y conlleva sus riesgos, y así poder irme a casa. La doctora accedió y me mandó una enfermera que me enseñó a hacerlo.
A las 36 semanas de gestación, superada ya por los dolores y los mareos y al borde del colapso porque casi no podía moverme, le supliqué a mi ginecóloga que me practicaran una cesárea, y así se hizo en la semana 37, aliviando mi sufrimiento. Mi hija a día de hoy es una niña sana y feliz, y yo he pasado por 3 años de recuperación física y emocional que forma parte de mi crecimiento personal.
En este gran viaje de mi vida me he mostrado fuerte, valiente y con gran afán de superación. A veces me he sentido a prueba, en la cuerda floja, como si me estuvieran preparando para hacer mi trabajo mejor, con conocimiento de causa y experiencia en primera persona. A día de hoy continúo pasando pruebas, lo que es de esperar, pero ahora las veo llegar, me anticipo y supero esos obstáculos con más levedad, demostrándome que si quiero, puedo.
Actualmente me siento altamente cualificada para asesorarte con tu salud, tu físico y la gestión de tus emociones, para construir una vida plena a todos los niveles y ayudarte a alcanzar tus metas personales. Mi especialización en la mente humana y sus comportamientos me han dado las herramientas idóneas para a realizar un trabajo de calidad, lo que me aporta gran paz interior al saber que lo que he pasado sirve para ayudar a otros a alcanzar ese equilibrio.
“Mejorando estas áreas mejorarás todo lo que emprendas”
“Conozco el camino”
Yolanda Arquero